
CALLE MANUEL RODRÍGUEZ EN COMUNA DE HIJUELAS
“LA VIEJA DE LOS TACOS”
Extraída del libro "Mitos y Leyendas de la comuna de Hijuelas"
Hace algunos años atrás, para ser más exactos, en la década de los años sesenta en el barrio centro de Hijuelas, en la Calle Manuel Rodríguez, entre los paraderos 6 y 13, que comprendían el sector que está entre la casa de la familia Pacheco y el estadio municipal; todos los habitantes vivimos sobrecogidos por los cuentos que corrían de vecino en vecino, derivados del golpe de unos tacos altos de mujer que resonaban en la calle solitaria y oscura del sector.
Esta dama nos obligó durante algún tiempo a acostarnos apenas oscurecía y cerrar muy bien las puertas y ventanas; pero aunque así lo hiciéramos no podíamos evitar el terror que nos causaba, ya que niños, jóvenes y viejos, noche a noche tapados hasta las orejas, acurrucados en las camas tratábamos de permanecer despiertos hasta las 12 de la noche, la hora justa en que se sentían los tacos de una mujer que caminaba rápidamente y cuyo taconeo hacía eco en el silencio de la noche.
Uno de mis tíos una noche la esperó junto a la ventana hasta después de medianoche, hora en que oyó el taconeo que se aproximaba a la casa. Al sentirla frente a la ventana, se asomó y en ese mismo instante el taconeo se detuvo, sólo sintió el ruido de los grillos y el silencio profundo de la noche. Lo extraño fue que al cerrar él la ventana, el taconeo siguió a lo largo de la calle, alejándose hacia el paradero 6 donde terminaba la caminata.
Muchos de mis vecinos y parientes se juntaban en grupo a esperarla, apretujadas junto a un brasero, tomándose unos cortitos del rom-pom que hacía mi abuela, alumbrados sólo por el brasero esperaban pacientemente hasta pasada la medianoche; pero la dama no pasaba, se hacían esperar noche tras noche.
Muchos vecinos del sector alguna noche la sintieron pasar, pero nadie la veía, sólo se sentía el tac-tac de sus tacos altos que recorrían la calle principal entre el paradero 14 hasta el 6, siempre después de medianoche, sin importar el frío o la lluvia de invierno, yo recuerdo haberla sentido unas 2 o 3 veces y no se si me daba más miedo el sonido de los tacos o el sentir el ¡Ave María Purísima! Que decía mi abuela y el susurro del Padre Nuestro que rezábamos.
Contaba un vecino que una noche en que ladraban mucho los perros, se levantó a mirar su carretela que había quedado cargada en la calle, se encontraba revisando la carga, cuando lo sorprendió el taconeo, se dio vuelta y en medio de la calle vio una dama de negro a la cual le resplandecía la cara, él trató de hablar; pero el ¡Ave María Purísima! apenas salió de la boca. No había terminado de decirlo, cuando la dama desapareció en la noche y el taconeo se alejó.
También se supo en aquél entonces, de un grupo de jóvenes del Club Deportivo Argentina, que al regresar una noche de reunión a la altura del paradero de la calle nueva, sintieron el taconeo de una mujer que iba como una cuadra adelante, apresuraron el pedaleo de sus bicicletas y la alcanzaron; pero para su sorpresa no había nadie, y el taconeo les dio una correteada hasta las mismas casas.
Sus bicicletas quedaron botadas en el camino y sólo en la madrugada el panadero las recogió. Desde esa noche las reuniones del club las fijaron más temprano.
Debido al miedo, a los comentarios y cuentos, se dijeron un par de misas por el ánima que recorría las noches frías de invierno con su armonioso caminar.
Pasado algún tiempo, se asociaron estas apariciones a una dama de unos 70 años, que llegó no se sabe de dónde a vivir a una casa solitaria que estaba frente al Estadio Municipal. Esta señorita era muy extraña, no hablaba casi con nadie y vestía como Mary Poppins, un traje negro, con chaqueta ajustada, guantes, quitasol, sombrerito con una pluma y tacones altos con pulsera.
Todos los días en la mañana seguida por su perro pasaba por el barrio, caminando por la calle, desde el paradero 13, hasta el 6 donde vivía su hermana y su cuñado, una pareja de ancianos.
Este matrimonio que la señorita visitaba a diario, era muy raro, siempre vivieron muy alejados del mundo, encerrados en su casa polvorienta y herméticamente cerrada. Yo tuve oportunidad de conocer la casona y me pude dar cuenta que en su época había sido una residencia de gran lujo, tenía coche, máquina de escribir inglesa, chimenea de mármol, cortinajes pesados y un biógrafo particular con butacas, todo traído de países de Europa. Antes nunca se supo que tuvieran parientes.
Un día, la señorita dejó de pasar a ver sus parientes y no se supo con claridad si había muerto o se había ido. En ese tiempo fue cuando se empezaron a sentir los taconeos en las noches entre el estadio y el paradero 6.
Se creía que en aquella época que el espíritu de la “Vieja de los Tacos” pasaba en la noche camino a casa de sus parientes a cuidarlos y hacerle sus cosas.
Otros decían que el antiguo matrimonio tenía pacto con el diablo, y que la señorita que las visitaba en un tiempo en el día y después por las noches, era el Malo que había venido a arreglar cuentas.
También se dijo que simplemente era el “Anima “ de la señorita del sombrero y tacos que se desplazaba en las noches a cuidar a sus ancianos, solitarios y enfermos parientes.
Lo cierto, es que, cosa extraña, después de morir los ancianos, “La Vieja de los Tacos” ya no pasó más con sus tacones rompiendo el silencio de las noches invernales del barrio centro de Hijuelas.
MARIA INES DE LAS MERCEDES GELDES TORRES
Profesora Hijuelas