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   LA CONFESIÓN

             

Era en la iglesia de Purutun un día especial, la gente se agolpaba en las puertas de la entrada, se celebraba la fiesta de la Virgen del Carmen.

 

Todo estaba delicadamente adornado, se había ido en carreta al cerro a buscar cardones y ramitas de boldo; y en las casas se habían hecho las guirnaldas.

Los jazmines traían reminiscencias de cielo. era un día de invierno de 1800.

 

Un parroquiano pidió confesarse con el cura, y en el secreto de confesión le dijo: que tenía un entierro de oro, y lo que deseaba era ganar un cupo para ir al cielo, para ello le ofrecía aquel tesoro  una vez que muriera, de esa manera se oficiarían misas en su nombre y se beneficiaría en algo la iglesia.

 

Una vez ocurrida la muerte del atribulado millonario, fue el cura hasta la ubicación que le dio el hombre. Empezó a escarbar dando con el tesoro, sacó unas monedas sólo para ver que tan  valioso era; se las puso  en la sotana y siguió su camino.

 

Pero no pudo evitar ser seguido por malandrines que al verlo en el cerro le preguntaron: ¿ Que hace por acá padre? - El respondió que le gustaba caminar - tiempo después repitió el acto, pero ahora fue seguido por más personas – sin darse cuenta que lo hacían – mientras escarbaba y sacaba parte del tesoro ganado en confesión, se dejaron caer sobre él los perseguidores  con furia y con codicia en sus almas.

 

Lo mataron cobardemente.

 

Los asesinos arrancaron cerro abajo y una vez en el llano se repartieron las monedas. El cura fue encontrado muerto por unos huasos y llevado a la iglesia por ellos.

 

Buscando más , los ladrones, volvieron al lugar del crimen; pero en vez de oro, encontraron el espíritu del cura que, desde ese momento, empezó a penar por entre los árboles de la Quebrada.

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